sábado, 8 de agosto de 2020


Reflexiones:

ENVIDIA

La envidia es una de las peores perversiones del espíritu humano. Una condición de mediocridad, la confesión encubierta de nuestra bajeza y de frustraciones no elaboradas.

La envidia nos lleva inevitablemente al resentimiento y el resentimiento nos lleva al odio, que es la fuerza aniquiladora por naturaleza (para quienes nos rodean y para nosotros mismos).

Es curioso como un sentimiento tan propio del ser humano (otras especies animales evolucionadas no son “envidiosas”) puede ser a la vez tan contradictorio con otros aspectos que hacen a su propia esencia. Será seguramente porque también como ninguna otra especie el ser humano se caracteriza por sus profundas contradicciones interiores.

La esencia del ser humano es su libertad, la autodeterminación fundamental que guía su progreso, la creencia insustituible de ser actor protagónico de su vida y responsable ineludible de sus éxitos y fracasos. Cuando el ser humano renuncia a este credo rebaja su condición de tal y comienza a sumergirse en sus propias miserias.

La envidia es un buen condimento de esta negación del ser: parte de la premisa de que “ese otro” que sentimos que nos ha superado, lejos de ser un ejemplo a emular, es alguien despreciable que ha conseguido lo suyo con “malas artes”, un modelo de injusticia que merece nuestro repudio... Que intrínsecamente perversa y autodestructiva es esta lectura!!

Por supuesto que existe la injustica y la inequidad, por supuesto que existen personas inescrupulosas y egoístas que están dispuestas a cualquier cosa para cumplir con sus fines... Pero eso en modo alguno eso debería ser una excusa para cultivar en nuestro interior algo tan pernicioso.

La historia de la humanidad es cabalmente demostrativa que aún en las peores circunstancias, la convicción de aquellos que han sido capaces de consagrarse a un propósito ha sido una fuerza demoledora para superar cualquier adversidad y concretar cualquier logro.


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