Reflexiones:
ENVIDIA
La
envidia es una de las peores perversiones del espíritu humano. Una condición de
mediocridad, la confesión encubierta de nuestra bajeza y de frustraciones no
elaboradas.
La
envidia nos lleva inevitablemente al resentimiento y el resentimiento nos lleva
al odio, que es la fuerza aniquiladora por naturaleza (para quienes nos rodean
y para nosotros mismos).
Es
curioso como un sentimiento tan propio del ser humano (otras especies animales
evolucionadas no son “envidiosas”) puede ser a la vez tan contradictorio con
otros aspectos que hacen a su propia esencia. Será seguramente porque también
como ninguna otra especie el ser humano se caracteriza por sus profundas
contradicciones interiores.
La
esencia del ser humano es su libertad, la autodeterminación fundamental que
guía su progreso, la creencia insustituible de ser actor protagónico de su vida
y responsable ineludible de sus éxitos y fracasos. Cuando el ser humano
renuncia a este credo rebaja su condición de tal y comienza a sumergirse en sus
propias miserias.
La
envidia es un buen condimento de esta negación del ser: parte de la premisa de
que “ese otro” que sentimos que nos ha superado, lejos de ser un ejemplo a
emular, es alguien despreciable que ha conseguido lo suyo con “malas artes”, un
modelo de injusticia que merece nuestro repudio... Que intrínsecamente perversa
y autodestructiva es esta lectura!!
Por
supuesto que existe la injustica y la inequidad, por supuesto que existen
personas inescrupulosas y egoístas que están dispuestas a cualquier cosa para
cumplir con sus fines... Pero eso en modo alguno eso debería ser una excusa
para cultivar en nuestro interior algo tan pernicioso.
La
historia de la humanidad es cabalmente demostrativa que aún en las peores
circunstancias, la convicción de aquellos que han sido capaces de consagrarse a
un propósito ha sido una fuerza demoledora para superar cualquier adversidad y
concretar cualquier logro.
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