Es
responsabilidad ineludible del líder sostener la motivación colectiva del
equipo, pero esto solamente puede lograrse si somos capaces de entender en
profundidad el mapa motivacional de cada uno de sus integrantes: la motivación
puede sostenerse a partir de un fenómeno grupal, pero solamente se construye y
se alimenta en forma individual.
La motivación
de un individuo ante todo es un problema de percepciones: sobre la naturaleza
de sus propias necesidades y capacidades propias para satisfacerlas en función
del rol que ocupa dentro del grupo y la institución. Siempre hay un fenómeno de
expectativas detrás de todo marco motivacional, siempre determinante de la
satisfacción o insatisfacción de cada persona.
La autoestima
individual, el sentido de pertenencia con el grupo y el reconocimiento que se
obtenga del mismo representan también una contribución indispensable, así como
la claridad en las metas que se establezcan.
Por último,
resulta indispensable comprender cuales son los factores que pueden actuar como
desmotivadores en el entorno para poder neutralizar los mismos.
En el marco de
una organización, la motivación de las personas se ve influida por factores
provenientes de tras planos distintos. Uno de ellos, el ya apuntado plano
individual (necesidades, intereses, expectativas, etc.); otro el plano del
propio grupo de pertenencia, con la incidencia de sus valores compartidos,
vínculos y mística propia; finalmente, debemos tener en cuenta la incidencia
del conjunto de la organización, sus misión y la identidad que la misma genera,
la claridad de las comunicaciones institucionales y el clima interno en
general.
Es sumamente
difícil que estos tres planos funcionen en perfecta armonía como para poder
sostener y recrear el impulso motivacional a lo largo del tiempo, por lo que la
labor del líder de cada equipo será la de crear los refuerzos necesarios para
producir las compensaciones necesarias ante los desfasajes que se produzcan.
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