ADMINISTRACION
DEL TIEMPO
En la Grecia antigua existían dos conceptos
distintos para referirse a la idea del tiempo (por supuesto asociados con
distintas divinidades de su extenso panteón):
Cronos era el tiempo absoluto, el que marcaba
inexorablemente el correr del Universo, inalterable e irreversible.
Kairos, en cambio, representaba “el momento
donde ocurren las cosas importantes”, era un concepto discrecional, cualitativo
que se asociaba con la voluntad humana y auxilia a los hombres en sus acciones.
Nadie puede vencer a Cronos, su poder es
absoluto. No se puede volver atrás, ni alterar su curso. Pero siempre tenemos
la posibilidad de dominar nuestros momentos excepcionales con la ayuda de
Kairos, que no es otra cosa que nuestra disciplina y fuerza de voluntad para
dotar de calidad el uso que hacemos de nuestro “bien más escaso”.
Una correcta administración del tiempo parte de
un principio central para su efectividad que es un estado emocional sobre el
sentido de contribución que nuestra tarea realiza a un fin mayor: cuando
nuestra percepción de dicho sentido es negativa o tendemos a considerar nuestra
labor de baja importancia para el resto, perdemos motivación y nos
desconcentramos, nos inunda el tedio y se ralentiza nuestra mente.
En contrapartida, cuando nuestra contribución
es percibida como algo valiosa, nos sentimos inundados de un renovado vigor y
alcanzamos la mayor productividad de la que somos capaces.
Luego, hay un principio operativo central: la
posibilidad de guiar nuestra acción con un genuino sentido de prioridad,
entendiendo en todos los casos la real urgencia e importancia de las cosas por
sus implicancias relacionales y su vinculación con los objetivos principales.
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