Los 5 principios esenciales para la
formación
de un gran equipo
por
Fernando Grosso (*)
Es probable que una de las ideas que más
moviliza a las empresas en el presente sea el “trabajo en equipo”. Al menos, en
el marco de nuestra actividad profesional se ha convertido en los últimos
tiempos en una de las cuestiones que más consultas genera por parte de
ejecutivos de organizaciones de las más variadas actividades, tamaños y
espacios de acción.
Con una inobjetable buena prensa a favor y enmarcado en un
discurso “socialmente aceptable” y hasta admirado en los ámbitos empresarios y
profesionales, la idea de la formación y el desarrollo de equipos de trabajo
parecen convertirse en la nueva panacea del management moderno que
paulatinamente va desterrando la figura del “gerente-estrella” como supremo
constructor de destinos de grandeza competitiva.
Sin embargo, en el marco del entusiasmo que irradian las
salas de directorio y los discursos fervorosos de quienes dicen haberse
reencontrado con una renovada esencia de la expansión del capital humano, la
realidad cotidiana (sobre todo aquella que enfrentan mandos medios y gerentes
de pequeñas y medianas empresas) muestra una contracara: en la práctica, la
formación de equipos de trabajo verdaderamente consolidados representa un
desafío de difícil resolución.
Más allá de esfuerzos voluntariosos –y otros ni siquiera
eso- parecería que forjar un espíritu auténticamente cooperativo en las
operaciones cotidianas termina siendo más una expresión de deseos que una
realidad tangible.
Son muchos los factores que inciden sobre esta realidad, el
más claro sin lugar a dudas es la impaciencia con la que muchos gerentes se
movilizan en torno a estos objetivos y los prematuros abandonos que la tarea de
trabajar en el desarrollo del equipo arroja como consecuencia: Formar un gran
equipo, no es tarea de unos días o de estímulos aislados que se generan en los
“ratos libres”. Es una actividad de tiempo completo que debe desarrollarse en
forma artesanal durante un largo periodo.
Lamento, en este sentido, la decepción que estas últimas
palabras puedan generar en el lector, más si aún considera que vale la pena
hacer el esfuerzo de comenzar a diseñar la arquitectura de un equipo exitoso
(puedo asegurarle que losresultados que obtendrá a partir de un equipo
consolidado compensarán con creces el esfuerzo), quiero proporcionarle algunos
principios esenciales que le permitirán colocar cimientos firmes sobre los que
se edificará un verdadero GRAN EQUIPO.
Primer Principio: NO SE FORMA UN GRAN EQUIPO
SINO A TRAVES DE INDIVIDUOS PREDISPUESTOS A HACERLO
La constitución de un gran equipo nunca es
en sus inicios un fenómeno “espontáneamente colectivo”, el trabajo inicial se
desarrolla sobre los individuos, en la transformación de su modelo mental y en
el fortalecimiento de su autoconfianza: en general quienes más resistencia
presentan a trabajar en equipo son las personas inseguras que temen que su
individualidad quede subordinada a los designios del resto.
La seguridad personal de u individuo en su puesto de
trabajo –y a partir de allí su disposición cooperativa- depende esencialmente
de un conjunto de elementos respecto de los cuales la gerencia tiene que
convertirse en el principal garante:
-
La
asignación de tareas que permitan a las personas poder emplear sus mayores
capacidades (dejar de pensar en términos de las debilidades de cada uno y
concentrarse fuertemente en los puntos fuertes, haciendo sentir a cada
individuo en alguien importante a partir de sus condiciones)
-
La
inspiración de las personas a partir de una mirada de largo plazo que les
permita visualizar su crecimiento y progreso personal (las personas necesitan
sentirse protagonistas de una historia desafiante, no meros actores de reparto
de la rutina cotidiana)
-
El
compromiso cierto de la empresa (encarnado en la actitud de sus gerentes) de
comprometerse plenamente con el cumplimiento de los proyectos y las metas
personales de cada individuo. Las personas no se involucran cuando sienten que
sus sueños quedan subordinados al sueño de otros (por ejemplo, grandes
definiciones de visiones corporativas vacías de significado para el individuo
común), sino cuando entienden que la mejor forma de realizar sus proyectos es
ayudando a otros a realizar los suyos.
Segundo Principio: NO HAY EQUIPO SIN UN
LIDERAZGO SÓLIDO Y COMPROMETIDO CON EL CONJUNTO
Todo gran equipo parte de la figura de un
gran líder, alguien profundamente comprometido con las personas tanto
individualmente como en forma colectiva. La carencia de un líder sólido a la
larga termina disgregando a las personas y permitiendo la aparición de
intereses contrapuestos, luchas de poder y mezquindades.
La labor del líder no es totalitaria, pero si totalizadora.
Su conducta marca el rumbo, su acción cotidiana debe concentrarse en la
motivación de los individuos, el fortalecimiento de las relaciones y una
permanente dedicación a la promoción del desarrollo integral de las personas (y
esta claro, que al decir esto no me refiero solamente a sus “competencias
laborales”)
Por otra parte, un verdadero equipo cultiva como un
principio esencial una lealtad a toda prueba entre sus integrantes y esa
lealtad comienza a construirse a partir de la lealtad de los individuos hacia
su líder.
Tercer Principio: NO HAY EQUIPO SIN SÓLIDOS
VALORES COMPARTIDOS
Se dice con acierto que un fundamento esencial de un equipo
es la existencia de una “visión compartida”, pero para llegar a esta idea de un
destino común, debe previamente construirse un sistema de creencias y
principios de conducta compartidos por todos los integrantes.
Nuevamente aquí vuelve a ser decisiva la figura del líder,
puesto que es a él a quien corresponde la indelegable labor de instalar dichos
valores.
Los valores a instalar para conformar un auténtico equipo
(confianza, espíritu cooperativo, lealtad, humildad, etc.) no se declaman
–obviamente, no es una cuestión de “discursos”-: se vivencian y se transmiten
en prácticas cotidianas, simples pero elocuentes, repetidas en el tiempo. Los
equipos adquieren los valores que sus conductores demuestran en su accionar
cotidiano.
Cuarto Principio: NO HAY UN GRAN EQUIPO SIN
PROFUNDOS VINCULOS ENTRE SUS INTEGRANTES
Una gran paradoja: los grandes equipos de
trabajo no se construyen desde el plano laboral, sino más bien desde lo
“extralaboral”. Las personas construyen fuertes relaciones cooperativas, cuando
comienzan a construirse entre ellas lo que llamamos “adhesivos sociales”, es
decir afinidades que hacen a su vida integral y no solamente al “espacio de la
oficina”.
Muchos creen que esto es algo que es prescindible e
inclusive algunos creen hasta peligroso que se genere un ambiente realmente
amigable entre las personas. No existe postura más equivocada: solamente cuando
las personas se sienten a gusto con el entorno social en el que se mueven se
comprometen a dar lo mejor de sí y ayudar a que los otros también lo hagan.
Un gran equipo funciona más por las emociones que por la
razón fría, sobre todo en la adversidad.
El impulso genuino de actividades que permitan que las
personas confraternicen entre ellas y desarrollen una verdadera red afectiva se
constituye en un refuerzo de suma importancia para la consolidación de los
valores y la visión compartida.
Quinto Principio: NO HAY UN GRAN EQUIPO SIN
MISTICA
Por último, una característica distintiva de
un gran equipo es la existencia de un profundo sentido de logro arraigado en
cada uno de sus integrantes y la convicción que la unidad y el esfuerzo
compartido es capaz de superar cualquier obstáculo que se interponga.
Ese efecto mágico que llamamos “mística” (etimológicamente:
algo destinado a unirse a lo superior) o más corrientemente “mentalidad
ganadora”, no es otra cosa que un exacerbado sentido de pertenencia reforzado
en forma permanente a partir de verdaderos rituales compartidos y símbolos que nos
recuerdan que “somos especiales”, que somos capaces de lograr lo que nos
proponemos.
La construcción de la mística de un equipo es un proceso
que se genera mediante un proceso bastante similar al que describíamos en el
apartado anterior: la reiteración de comportamientos positivos, la permanente
evocación del éxito alcanzado, la
alimentación de la autoestima individual y grupal, genera un entusiasmo
colectivo que guía al equipo a nuevas realizaciones construyendo así un círculo
virtuoso que paulatinamente se va “convirtiendo en leyenda”, reforzándola
inspiración de las personas y movilizando lo más profundo de sus energías.
El conformación de un gran equipo, en definitiva, no debe
verse nunca como una misión que solo pueden encarar solo unos “pocos elegidos”,
ni tampoco como una empresa que requiere del concurso de personas
extraordinarias.
Si es en cambio, una tarea metódica que depende del
compromiso y la disciplina de un conductor que se asuma a sí mismo como un
verdadero líder, que apueste al talento de las personas y a su inagotable
capacidad de ir siempre un paso más allá... Que esto se trata ante todo de una
creencia? Por supuesto, de eso estábamos hablando: No es casual que las
palabras “creer” y “crear” tengan la misma raíz. En los momentos de mayor
adversidad, cuando su escepticismo lo invite a abandonar la tarea, mire
simplemente alrededor y recuerde que todo lo tangible que lo rodea, alguna vez
fue simplemente una creencia.
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