LIBERTAD ESENCIAL
Peligrosas
ideologías en las distintas épocas han pugnado por hacernos creer que el hombre
es irremediablemente un “esclavo del sistema”, que nada puede hacer para auto
determinarse frente a un conjunto de “oscuros poderes” que lo dominan y hacen
de su libertad un sueño quimérico.
No
importa si el sustrato de estas miradas es político, religioso o cultural, en
definitiva su efecto es el mismo: anular el poder de la voluntad, lesionar
seriamente la autoestima y convertir al individuo en tierra fértil para la
acción de los manipuladores.
Parece
obvio, pero la asimilación de éste credo no solamente domestica el compromiso
social de las personas sino también, lo que termina siendo mucho más grave aún,
anula la capacidad de emprendimiento individual: quien cree que nada puede
hacer frente al dominio de otros… efectivamente nada hace.
Somos
seres sociales, necesitamos vivir en comunidad, nos organizamos y creamos
condiciones de convivencia con los otros mediante distintos mecanismos y somos
regidos por creencias y valores propios de nuestra individualidad y también del
entorno comunitario que nos contiene.
La
vida en sociedad conlleva lógicas restricciones que aceptamos para poder
integrar el cuerpo social y que establecen renuncias explícitas a nuestro libre
albedrío.
También
es cierto que en muchas circunstancias deberemos atravesar momento aciagos en
los que el dominio de otros se vuelve opresor
Y
hasta inclusive, también podría apuntarse que en muchas circunstancias nos
vemos doblegados por el propio devenir de finas causalidades que escapan a
nuestra comprensión y bien podríamos registrar en la columna de aquello que
llamamos “destino”.
Pero
ni aún en las peores circunstancias, cuando nada parezca poder ser controlable,
podemos renunciar a nuestra libertad esencial, aquella que brinda la real
naturaleza de nuestra humanidad: nuestra conciencia.
La
libertad de conciencia y la acción que se desprende de ella es el último e
irrenunciable reducto de nuestra esencia vital: no podemos evitar que la vida
nos enfrente a momentos críticos e inevitables conflictos (muchos de ellos originados
en el accionar de otros) pero siempre tendremos la elección de decidir qué
hacer frente a esas circunstancias.
No
es un elemento menor la firme creencia en nuestra libertad esencial, en nuestra
capacidad para poder enfrentar las vicisitudes de la vida y poder actuar frente
a ellas con decisión y valorizando nuestra autonomía: siempre es una falacia
atroz refugiarse en la idea de que “nada puede hacerse”.
Sentirse
dueño de las pequeñas elecciones que realizamos cada día es mucho más que un
simple artificio intelectual para sentirnos mejor. Es una base esencial para
poder edificar un camino de permanente superación personal.
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